Utilizan el descarte de girasol para producir hongos y biofertilizantes

Investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), reutilizan la cáscara de girasol que generan las aceiteras de la zona de Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires, para el cultivo de hongos de especialidad y biofertilizantes.

De cada 100 unidades de semillas de girasol, una aceitera genera 10 unidades de cáscara, 42 unidades de aceite y 46 unidades de pellet para forraje.

Sobre la base de esta distribución y si se considera que, según las estadísticas del puerto, en Bahía Blanca se produjeron unas 67.216 toneladas de aceite de girasol entre enero y abril de este año, puede estimarse una generación de 16.000 toneladas de cáscara de girasol en tan sólo un cuatrimestre.

De esta manera, el procesamiento de los granos de girasol asegura un gran volumen de cáscara que puede emplearse como materia prima de nuevos procesos más convenientes en términos de sustentabilidad. Actualmente, las aceiteras emplean este residuo como combustible para generar el vapor que requiere el tratamiento del grano para la extracción de aceite.

Además de la aplicación en termoenergía, se utiliza como insumo para elaborar pellets destinados a nutrición animal y confeccionar camas en producciones aviares.

Con el objetivo de ampliar el aprovechamiento de la cáscara de girasol, investigadores del INTA y del Conicet reutilizaron los residuos que generan las aceiteras ubicadas en el puerto de Bahía Blanca para el cultivo de hongos de especialidad y obtuvieron resultados productivos positivos. Luego, decidieron procesar el sustrato degradado por los hongos y lo transformaron en biofertilizante, un producto innovador recomendado para la fertilización en horticultura.

El especialista en gestión de residuos orgánicos del INTA Hilario Ascasubi –Buenos Aires–, Luciano Orden, destacó que este estudio implica la búsqueda estratégica de alternativas que promuevan el aprovechamiento de subproductos.

«Los residuos agroindustriales pueden ser utilizados como materia prima para la generación de productos con valor agregado, entre los que se destacan la generación de bioenergía, alimentación animal o biofertilizantes», aseguró.

Para llevar a cabo esta experiencia, el equipo de investigadores puso en aplicación el concepto de cadena de reciclaje de residuos agroindustriales, cuyo eje central apunta al reaprovechamiento de los residuos orgánicos a fin de que los nutrientes extraídos sean recuperados y reintroducidos en el ciclo de producción.

«Esta premisa se vincula estrechamente con el concepto de bioeconomía, en tanto plantea una posible sinergia entre agricultura y desarrollo industrial y permite abandonar la visión dicotómica que los comprende como opuestos», indicó Orden.

Previo al cultivo de algunas especies de hongos, la cáscara de girasol es acondicionada a través de un proceso de compostaje, mediante tecnologías desarrolladas en el INTA Hilario Ascasubi.

El investigador del Centro de Recursos Naturales Renovables de la Zona Semiárida que depende del Conicet y de la Universidad Nacional del Sur (UNS), Pablo Postemsky, sostuvo que los sustratos empleados para el cultivo de hongos suelen ser residuos o subproductos agroindustriales de bajo valor como paja o salvado de trigo o arroz, bagazo de caña de azúcar, cáscara –técnicamente llamada pericarpio– de girasol, orujos de olivo o de uva, cápsulas de algodón y viruta de forestales, entre otros.

En la Argentina, el cultivo de hongos se desarrolla mayormente en las zonas del Gran Buenos Aires, Costa Atlántica Bonaerense, Alto Valle del Río Negro y Neuquén.

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