La hacienda y la carne le siguen ganando a la inflación

Por María Julia Aiassa, analista de Rosgan

Lo que hace unos meses se planteaba como una situación excepcional de aislamiento, lentamente se va transformando en la normalidad bajo la cual deberemos convivir durante los próximos meses.
El sector ganadero sigue muy activo, en parte por fundamentos propios que permiten proyectar buenas perspectivas futuras, y en parte también por la seguridad que genera la actividad en un contexto de elevada incertidumbre.

La realidad es que en lo que va del año los precios reales de la hacienda siguen creciendo por arriba de la inflación. Acaba de conocerse el dato del mes de julio (1.9%) que lleva a un incremento general de precios del 42,4% en el acumulado de los últimos 12 meses del año.

En ese mismo período, si comparamos los valores promedio de la hacienda a julio de este año contra julio del 2019, el novillo en Liniers pasó de $61 a $92 por kilo vivo, el promedio de los novillitos de $65 a $102, las vaquillonas de $62 a $97 mientras la vaca ajustó de 44 a 63 pesos por kilo vivo.

Las categorías que mayormente abastecen al consumo interno, como novillitos y vaquillonas, tuvieron mejoras de hasta 15 puntos por sobre la inflación.

En lo que respecta a los precios de la carne al mostrador, de acuerdo al relevamiento realizado por el IPCVA, el promedio de todos los cortes de carne vacuna monitoreados, de los cuales más del 80% corresponde a carne de novillitos y vaquillonas, muestra un incremento acumulado del 55,8% en los últimos 12 meses, es decir, más de 13 puntos por sobre la inflación.

Esto muestra que, a pesar de la precaria situación que enfrenta el consumo, los precios de la carne siguen sostenidos y que, a su vez, la industria estaría trasladando gran parte de esta suba al valor de la hacienda. El Índice General del Mercado de Liniers (IGML) exhibe un incremento de 51.8% anual vs. el 55.8% de la carne.

La pregunta recurrente es hasta cuánto se sostiene esta firmeza. La tasa de inflación indudablemente
es baja, existe aún una gran cantidad de programas de precios cuidados, congelamiento de tarifas y ayudas sociales que se suman al ‘reperfilamiento’ de pagos que cada familia está haciendo conforme a su necesidad.

Esto sin dudas genera un fuerte sostenimiento del consumo que, una vez agotado, puede llevarnos a una realidad muy distinta.

El cálculo del consumo doméstico nos arroja una variable residual. Es decir, un saldo no exportable que se asume como ‘consumo aparente’. Con una producción sumamente estable y una demanda de exportación altamente fluctuante, lógicamente se traduce niveles de consumo mensual muy variables.

Es por ello para un correcto análisis de las tendencias de consumo, se analiza la media móvil de los últimos
12 meses. Aun así, estas curvas suavizadas marcan una clara tendencia decreciente en consumo de
carne vacuna por habitante. Es decir, el proceso de reemplazo con otras carnes o incluso de disminución
en la ingesta de este tipo de proteínas, ya se viene dando a nivel local.

Por lo tanto, el concepto histórico de que el mercado doméstico absorbía todo lo que se volcara comienza a debilitarse. El sector enfrentará en los próximos meses dos fuerzas contrapuestas.

Por un lado, una demanda interna que, más allá del mayor o menor apalancamiento que pueda seguir recibiendo a
través de programas de reactivación, tiene una escasa fuerza propia. Por el otro, una oferta que estacionalmente tiende a incrementarse producto del ingreso de un importante volumen de hacienda terminada que sale de los engordes.
Es cierto que este año se está viendo una mayor tendencia a prolongar las recrías a campo, lo que podría ayudar a posponer parte de ese ingreso, aplanando la curva de oferta.

De acuerdo a los datos de movimiento de terneros y terneras de invernada que publica el Ministerio, durante los primeros 6 meses del año salieron de los campos de cría unos 6 millones terneros, el 40% de los 15 millones contados
a fin de diciembre del año pasado cuando, en los últimos años ese porcentaje rondaba el 45%.

Sin embargo, en varios sectores, el factor climático no está favoreciendo esta estrategia, con un invierno muy seco que obliga a replantear los plazos de invernada. En efecto, la recomposición que pueda o no traer la primavera terminará definiendo estos planteos.

En definitiva, el grado de flexibilidad que logre conservar la fase de invernada-engorde, será clave para regular el nivel de oferta, evitando así un sobreabastecimiento del mercado que derive en un deterioro de los precios de la hacienda hacia fin de año.

 

 

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